Biografía de nuestro Maestro
Jajam Dan Hayyim
Bet Midrash Netzarita HaDerej
Nuestro Santo Maestro, Yeshua ben Yosef, descendiente de David, nació en Bet-Léjem, la ciudad de David, durante los días Sucot del año 3757 de la creación del mundo, cuando estaba por terminar el cuarto milenio y entrar el quinto de la creación. Esta es su genealogía oficial.
1. Avraham
2. Yitzjak
3. Ya’acov
4. Yehudáh
5. Perez
6. Jezrón
7. Ram
8. Amninadav
9. Naj-shón
10. Zalmón
11. Rajav
12. Boáz
13. Oved
14. Yishái
DAVID (Reinado de David)
1. Salomón
2. Rejáv-am
3. Aviyah
4. Asah
5. Yejoshafat
6. Yorám
7. Uziyahu
8. Yotám
9. Ajaz
10. Jizkiyahu
11. Menashéh
12. Amón
13. Yoshiyahu
14. Yejoniyah
DESDE LA DESTRUCCION DEL PRIMER TEMPLO Y
DEPORTACION A BABILONIA, ESTOS SON SUS ANCESTROS
PRINCIPALES:
1. Yejanyáhu
2. Shalatiel
3. Zerubavél
4. Aviad
5. Avner
6. Elyakim
7. Azur
8. Tzadok
9. Amón
10. Elijad
11. Eleazar
12. Matán
13. Ya’akov
14. Yosef HaTzadik.
YEHOSHUA BEN YOSEF (3757 de la creación del mundo) Según la versión semita más antigua encontrada hasta nuestros días, una versión siríaca del mazoret de Matityahu, el origen de Yeshua fue así:
“Matán engendró a Ya’akov y Ya’akov engendró a Yosef y Yosef, quien estaba casado con Miriam, engendró a Yeshua, llamado el Mashíaj”.
Como es evidente de su genealogía, la familia real de David ha sido dividida aquí en tres grupos generacionales de catorce, para indicar así la relación íntima de Yehoshua con su padre David, cuyo nombre tiene el valor gemátrico de 14. Los padres de Yeshua, Don Yosef ben Ya’akov y Doña Miriam bat Kohén, a los ocho días de nacido y para el tiempo de su brit miláh (pacto de la circuncisión) le pusieron por nombre Yehoshua, según las indicaciones recibidas por un santo mal’aj quien ordenó que así fuese.
Pocos días después de su brit, el bebé fue llevado por sus padres a una comunidad judía que existía junto a la frontera con Egipto, donde se habían refugiado los descendientes sacerdotales que ministraron a la Casa de David, debido en parte, a la corrupción que se había levantado en Jerusalén por la presencia del imperio romano.
De allí, cuando estaba para cumplir los 30 días de nacido, Yeshua fue traído por sus padres al Gran Templo de Jerusalén a fin de presentarlo ante el Eterno y ser rescatado según las leyes de los primogénitos establecido en la Torah (Pidión HaBen). Estando en eso, un profeta de la Casa de David, Shimón HaTzadik lo bendijo y lo consagró como señal para Israel y para las naciones.
Yeshua creció en un hogar de tzadikim, siendo el hijo mayor de una larga familia. Como todo niño judío de la época del Segundo Templo, aprendió primeramente de sus padres y a la temprana edad de 5 años, fue llevado a la escuela del poblado donde vivían, la sinagoga de Nazaret, donde fue instruido por los maestros judíos de la zona.
Yeshua creció física y espiritualmente, rodeado de jojmá, bina y daat provista por la Torah. A la corta edad de 12 años, conocía toda la Escritura de memoria y era un experto en la Ley de HaShem, tanto Escrita como Oral y fue capaz de sentarse junto a los grandes maestros de la gran academia de Shamai y Hillel en Jerusalén, dejando a todos maravillados ante su sabiduría y lógica únicas por la manera cómo podía resolver los problemas halájicos más difíciles que le fueron presentados de una forma coherente, y en armonía con la Torah.
Yeshua continuó sus estudios de Torah a los pies de los mejores maestros de su sinagoga y de forma especial, recibía clases privadas de Torah directamente venidas de Moshé Rabenu y Eliyahu HaNaví quienes le acompañaron, por medio de visitas y revelaciones continúas, durante todo el tiempo de su avodah (servicio) a HaShem.
La última de esas revelaciones e instrucciones le fue entregada unos días previos a su muerte, recibiendo de ambos santos maestros las advertencias y procedimientos finales de las cosas que debía realizar en su última visita a Jerusalén antes de su ocultamiento temporal.
A la corta edad de 30 años, Yeshua inició su revelación pública en
Israel, asentándose en la región de la Galilea, y encendiendo allí, en la tierra tomada por los gentiles, la gran luz de la enseñanza de la
Torah. Viajó incansablemente de un lugar a otro, sembrando la semilla de la promesa de la redención en toda aldea y ciudad de Israel. Sus viajes y enseñanzas de Torah fueron acompañados por grandes dones curativos cual nunca antes se había visto en nuestra tierra. En efecto, HaShem hizo por medio de él milagros y maravillas, portentos y prodigios que demostraban, más allá de cualquier duda razonable, su realeza davídica y su misión mesiánica. Uno de los jueces de uno de los Concilios de Jerusalén, en una entrevista privada, le confesó: “Sabemos que has sido enviado de HaShem porque nadie puede ser estas señales que tu haces, si HaShem no estuviere con él”.
Durante los días de su vida pública, esto es, desde el 3787 hasta el
3791, el Ríbi Yehoshua restauró el movimiento jasídico que se había perdido en Israel lo cual le atrajo una enorme cantidad de discípulos, especialmente entre los judíos sencillos de su generación que esperaban la redención final del pueblo judío, todos los cuales le vieron como la fuente primaria de guianza espiritual en su apasionada búsqueda de HaShem. A estos transformó en Jasidim y de entre ellos, escogió a un pequeño grupo para transformarlos en sus principales estudiantes a los cuales reveló privadamente, los secretos del Jasidismo profético y del Reino prometido a David. No obstante, y como ha sucedido siempre con los profetas y maestros Jasídicos, una grande oposición fue levantada y el Ribi fue despreciado por todos aquellos que no entendieron su mensaje y que pensaron que demasiada familiaridad con HaShem no era apropiada. La oposición se incrementó mucho más hasta que finalmente se convirtió en una conspiración ilegal que terminó con su vida. De esta forma y cumpliendo los secretos escondidos en la voluntad soberana del Eterno, Yeshua fue sentenciado a muerte por un tribunal romano unos cuarenta años antes de la destrucción del Segundo Templo, en la víspera de Pésaj del 3791.
Tres días después de su muerte, fue resucitado por HaShem mismo y visto vivo por sus discípulos con los cuales compartió por espacio de cuarenta días, en cuyo tiempo les reveló otros secretos de la redención que nunca antes habían sido conocidos en Israel. Diez días antes de la fiesta de Shavuot del año 3791 desde la creación, se ocultó temporalmente no sin antes prometer a sus discípulos que les acompañaría en la misión de la redención que les había encomendado, esto es, ir a las naciones y buscar a las ovejas perdidas de la Casa de Israel para traerles de vuelta a HaShem y a
Su Torah.
En el año 3801, el Ribi se reveló a un maestro judío, Rav Shaul de
Tarso, a quien comisionó para ir a los pueblos no judíos y enseñarles las Siete Leyes Universales con todas sus derivaciones y explicaciones a fin iniciar el proceso de la eliminación de la idolatría de la tierra y causar que los gentiles pudieran encontrar, a través de sus méritos, un lugar entre el pueblo de Israel y su porción en el mundo por venir.
Yeshua insufló en sus discípulos el principio de que no importa qué tan lejos estuviera un judío de HaShem, siempre el camino del retorno estaba disponible y propició que los méritos por él obtenidos en su servicio obediente a HaShem, pudieran ser transferidos a favor de todos los que, sinceramente, con una motivación pura, decidieran acogerse a las promesas de perdón de pecados anunciada por los profetas.
Yeshua subrayaba el principio de la fe en HaShem y obediencia a Sus mandamientos como la clave para el éxito de la vida de piedad y prometió derramar una porción de su espíritu en todos aquellos que le recibieran.
“Tened fe en HaShem” decía, pues, “todo es posible para HaShem”, y “lo que para los hombres es imposible, para HaShem es posible”. Esa absoluta confianza en HaShem fue fundacional en su enseñanza.
Yeshua predicó una vida sencilla, de transparencia moral mientras servimos al Eterno con amor absoluto. Yeshua dijo que el mandamiento de “Oye Israel, el Eterno nuestro Eloah, el Eterno Uno es. Y amarás al Eterno tu Eloah con todo tu corazón y con toda tu mente y con todas tus fuerzas”, es el más grande de todos. Afirmó también que el segundo mandamiento en importancia es el que dice:
“Ama a tu prójimo como a ti mismo”, afirmando que de estos dos mandamientos “colgaban” o “dependían” todos los demás mandamientos.
Cuando Yeshua fue escondido de sus discípulos, ellos no nombraron un sucesor, como ha ocurrido con otros movimientos, sino que continuaron mirándole a él y recurriendo a él para inspiración y guianza, aceptándole como Mashíaj hasta su revelación final como había prometido. No obstante, Yeshua continuó revelándose a ellos en muchas ocasiones y formas diversas, asegurándoles que estaría con ellos hasta el fin de esta edad presente. Hasta el día de hoy, los judíos que le hemos aceptado como el Ríbi, seguimos sus instrucciones y buscamos su guianza en cada aspecto de nuestras vidas.
Para ello, procuramos siempre estudiar sus dichos y enseñanzas y acomodarlas a la realidad de la vida presente de tal manera que con el corazón en los cielos y los pies en la tierra, nuestras vidas puedan ser todo lo relevantes como para mantener la tradición que recibimos de nuestro Santo Maestro, el Mélej HaMashiaj.
El amor de nuestro Ríbi HaKadosh por su pueblo judío ha sido tan grande que aquí y allá el Ribi ha levantado grandes maestros Jasídicos que son una encarnación de su espíritu mesiánico para salvar al pueblo judío del ostracismo religioso que muchas veces ha sufrido en diferentes lugares y momentos de nuestra historia. Estos maestros han restaurado el Jasidismo en comunidades y circunstancias que por razones ocultas a la opinión popular, no habría sido posible por los medios convencionales. Dichos maestros y místicos judíos perpetúan el espíritu mesiánico de nuestro Ribi hasta el momento de su revelación final a nuestro pueblo.
Así las cosas, Yeshua continúa siendo entonces el gran maestro y Ribi de todos los que le hemos aceptado como aquél prometido a la
Casa de David para restaurar finalmente el reino a la Casa de Israel, eliminar la idolatría de la tierra y establecer la edad mesiánica en paz y justicia para todos.